Prismas

No se trata de vivir en estado de alarma, se trata de que no hay nadie aunque suene. La manera de entender esto puede ser como en muchas otras situaciones, revisar la historia. En este caso la propia. Una especie de recuento de daños desde la cordura, caminando erguido. Todo empieza seguramente en los espejos de mi padre y madre, entiéndanlo bien, es solo un minúsculo momento hasta que aparezca yo en mi propio espejo hecho de retazos. Un tapiz que refleja. Un lápiz que escribe. 

Recuerdo que con mi vecina, hija de un médico, de muy niños revisábamos cajas en un depósito oscuro de su casa, linterna en mano examinábamos las muestras médicas apiladas en esas cajas, era una delicia conocer sus tamaños, tipografías, colores. Prismas rectangulares en su mayoría. Fascinación por las formas, la oscuridad, la compañía. Quizás era una excusa para agarrarnos las manos. Todo eso construye un universo momentáneo. Más adelante con otra amiga investigábamos unas cuevas que habían en el cerro de Auquisamaña. Oscuridad apagada por momentos con el encendedor de los puchos, laberintos azarosos y besos que son prismas también. Los amigos miedosos esperando afuera que salgamos como si nada hubiera pasado. 

De esos pequeños lugares y momentos nace la luz que llevamos. 

Los prismas pueden modificar la velocidad y trayectoria. 

Hoy a veces necesito escuchar un nuevo álbum, tengo otros días en los que me urge escuchar un viejo álbum muy familiar y asumido. En los dos casos se trata de dejar que la reflexión y dispersión hagan su trabajo. 

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